Mi nombre es Celeste y nací en una familia espiritual. Mi abuela era discípula de Sathya Sai Baba, mi abuelo, de Swami Sri Yukteswar, mi padre de Lahiri Mahasaya, mi madre de Mahavatar Babaji, mi hermanita de Paramahansa Yogananda y mi personita de Bhagavan Krishna.
Nuestras canciones de cuna eran bhajans. Empezamos a meditar a los tres años – con un mantra como técnica de inicio; así comenzó esta encarnación en un sendero familiar grupal, hatha, kirtan y cuentos orientales, completaban la rutina diaria.
Una vida plena en la que compartíamos todos los mismos amores, y devociones por el Amado cósmico. Desconocía lo que era estar sola o lo que era ser incomprendida. Así pasaron los más bellos años de mi vida en compañía de estas grandes almas, que pasarían por este plano por un período muy breve. Hace 6 años me quedaba sola en Buenos a Aires luego de esparcir las cenizas de mi abuela.
Ya sin esa bella familia, continúe meditando la misma cantidad de tiempo diariamente, intentando mandarles amor y compartiendo ese espacio aunque fuera a distancia –pese a que mi corazón no lo sentía de esa manera.
Incluso había días que me acompañaban mis amigos también meditadores, pero aun estando con ellos en contemplación, persistía el sentimiento que no había nadie en la habitación –ni siquiera sentía que estuviera acompañada.
Fue cuando me mudé a las playas para meditar sola. De esa manera seria una elección, y no un sentimiento; impidiendo que los pensamientos me indicaran estados de ánimos desalentadores, como el que se había sembrado en buenos aires sobre sentirme huérfana de familia.
Pero luego de 3 años, me reuní nuevamente para volver a intentar la meditación grupal – pero esta vez sería solo con dos chicos – a pesar de ello aun esa emoción de soledad humana, se negaba a abandonarme.
Un día una amiga de Buenos Aires me habla de Paramahamsa Sri Swami Vishwananda, y coordinamos ir a verlo en persona cuando Él estuviera en Argentina. De esa manera el año pasado, 2019, fuimos a conocerlo. Para ese entonces la única información que tenia de Él, era una imagen que había visto.
Esa noche en casa, luego de mi rutina, me acuesto para descansar de las emociones de los días anteriores. Durante el sueño, escucho la voz de un hombre, me despierto de inmediato y veo claramente los dos faroles que lleva por ojos Paramahamsa Vishwananda, y con Su timbre de voz, pero en español me dijo: «Ya no meditarás sola; estaré a tu lado». En ese instante mi corazón se llenó de tanta plenitud, que no podía esperar para contárselo a todos mis amigos. A la mañana siguiente me puse a cocinar. Había perdido la inspiración o sazón desde que mi hermanita había dejado este plano. Hacia 6 años que compraba la comida hecha por otros.
Pero esa mañana descubrí que había recuperado las ganas de cocinar y que incluso estaba muerta de hambre, como si hiciera años que no comía. Estaba tan feliz que me puse a cantar y sorprendí a todos con mi alegría y gozo.
Diez días más tarde, se festejó el cumpleaños de Él, y aproveché mi reincorporación a las artes culinarias para regalarle mi manualidad comestible.
Al regresar a la playa, lo primero que hice fue contarles a mis dos amigos sobre Paramahamsa Vishwananda y hoy ambos tomaron sus cursos. Uno de ellos incluso hace servicio en Bhakti Marga Argentina.
En esta vida no nací buscando nada y solo disfruté de lo ya hallado. Hoy tampoco busco, pero sería una necia si negara que no fuera gracias al manifestado amor de Paramahamsa Vishwananda.
Ya que de sobra se lo que fue existir 6 años estando viva en cuerpo, y muerta en el corazón -por el origen de estar acostumbrada a vivir con familiares con la misma idiosincrasia.
Estaré eternamente agradecida con Él, al no sentir más esa ausencia que generaba tal vacío; pudiendo continuar gozosamente con mi vida y rutina espiritual junto a un corazón ensanchado de plenitud.
Y también les agradezco a ustedes, por permitirme compartir estos diferentes matices de mi vida, como esta experiencia que me vistió de felicidad. ¡Jai Gurudev!.
Comentarios recientes