Mi nombre es Kalyani Dasi, devota de Paramahamsa Vishwananda. Me gustaría contarles mi pequeña experiencia con Guruji.  Un día laboral común y corriente me dispuse a caminar bordeando el río en Puerto Madero, Buenos Aires.

Hay un sitio especial que elijo casi todos los días para almorzar. Me acomodo en el banco de madera y contemplo brillar el agua bajo el sol.

Ese mediodía estaba particularmente afectada, sentía una angustia profunda y por eso decidí hacer Japa sentada, con los pies descalzos y cruzada de piernas.

No sé bien lo que ocurrió, pero sí tengo certeza absoluta de haber dejado de luchar por un instante, me entregué en un momento… y entonces escuché su voz:
“Sé libre”, me dijo mientras acariciaba mi espalda. Casi podía sentir Su cuerpo junto al mío, conteniéndome cual madre a su hijo recién nacido.

Entre mis ojos a medio abrir, pude ver Su imagen que se desdibujaba en una espesa nube blanca que cubrió el espacio. Pude verlo, sentado a mi lado en el mismo banco que acostumbro visitar cada mediodía para apreciar el río, estaba allí conmigo y las lágrimas empezaron a rodar sin poder contenerlas.

“Sé libre, como ellos” repitió, señalando con su brazo de manos oscuras y trapos blancos, las aves que se revoloteaban sobre nosotros. Ellas se paseaban con sus alas abiertas de par en par, algunas a mucha velocidad, otras casi dibujando pasos de baile en el cielo, todas compartiendo la misma esencia de libertad, volando ajenas a cualquier pesar, fluyendo con el cantar de la brisa.

Mi corazón latía a un ritmo desconocido, las lágrimas empapaban mi rostro y de repente una leve sensación de angustia me abatió debido una preocupación intensa, de esas profundas que te impiden avanzar, me sentí quebrada y con mucha incertidumbre.

Mis ojos podían expresar toda la intranquilidad, y tal vez por eso sin siquiera alzar mi propia voz, Él me dio la respuesta:
“Tengo un regalito preparado”, sorteó entre risas, y facciones relajadas, alegres como quien cuenta un chiste…Y como una corriente de energía vital, sentí alivio. Me abrazó la esperanza y agradecí.

Agradecí por ese acontecimiento maravilloso, por esa bendición sublime de poder conversar con Dios, sí, Dios me pidió que sea libre y palmeó mi espalda.

Fue allí que comprendí: una vez que encuentras a tu Satgurú, te despides de la soledad para siempre.

Nunca más estarás solo, no hay distancia que alcance, Él te encontrará y te tomará en sus brazos para bendecirte.

No importa cuánto dolor sientas, Guruji aparecerá en el momento preciso para recordarte lo más importante: ‘Simplemente ama’ (Just Love).